EL DIOS QUE YO CONOZCO

14.11. Tu primogenitura por... ¡Tres ovejas!

"Y guisó Jacob un potaje; y volviendo Esaú del campo, cansado, dijo a Jacob: Te ruego que me des a comer de ese guiso rojo, pues estoy muy cansado. Por tanto fue llamado su nombre Edom. Y Jacob respondió: Véndeme en este día tu primogenitura. Entonces dijo Esaú: He aquí yo me voy a morir; ¿para qué, pues, me servirá la primogenitura? Y dijo Jacob: Júramelo en este día. Y él le juró, y vendió a Jacob su primogenitura. Entonces Jacob dio a Esaú pan y del guisado de las lentejas; y él comió y bebió, y se levantó y se fue. Así menospreció Esaú la primogenitura" (Génesis 25:29-34).

También en las tablillas de Nuzi puede encontrarse un interesantísimo paralelo con la historia de la venta de la primogenitura de Esaú a su hermano Jacob.

Uno de estos textos contiene un contrato entre dos hermanos, en el cual se declara que el mayor cedió su herencia a su hermano menor a cambio de tres ovejas. ¹

Estas tres ovejas deben haber costado más que el plato de lentejas que Esaú recibió por su primogenitura, pero el principio fue el mismo en ambos casos.
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¹ C. H. Gordon, "Biblical Customs and the Nuzi Tablets", The Biblical Archaeologist, vol. 3 (1940), p. 5.

14.10. Cobrando del pastor lo arrebatado por las fieras o los ladrones

Cuando Jacob se encontró con Labán después de su fuga, se quejó de que había sido forzado a huir por pérdidas habidas en los rebaños de Labán, pérdidas de las cuales él no había sido responsable:

"Nunca te traje lo arrebatado por las fieras: yo pagaba el daño; lo hurtado así de día como de noche, a mí me lo cobrabas" (Génesis 31: 39).

Jacob tenía una base legal de queja contra Labán por cobrarle la pérdida de los animales arrebatados por las fieras o los ladrones. La leyes de ese tiempo eran bien claras en cuanto a esto. Un pastor tenía que pagar únicamente las perdidas que resultaran de su negligencia (Código de Hammurabi, sec. 267).

Se conocen varios casos legales de este período, los cuales se refieren a pastores que habían causado pérdidas entre los rebaños de sus amos, y por lo tanto fueron sometidos a juicio.¹

Labán ciertamente no había actuado rectamente con su yerno cuando requirió de Jacob la paga por los animales robados o dañados del rebaño, no solamente en el día sino también durante la noche.
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¹ C. H. Gordon, "Biblical Customs and the Nuzi Tablets", The Biblical Archaeologist, vol. 3 (1940), pp. 8-9.

14.09. Tratando a las hijas como a extrañas

Las tablillas de Nuzi también arrojan luz sobre una declaración hecha por las esposas de Jacob cuando éste les informó acerca de su intención de abandonar Labán y volver a su país nativo. Inmediatamente ellas consintieron y se quejaron de que su padre las había tratado no como a hijas, sino como a mujeres extrañas, y por lo tanto él no merecía el amor filial y la lealtad de ellas:

"¿No nos tiene ya como por extrañas, pues que nos vendió, y aun se ha comido del todo nuestro precio?" (Génesis 31: 15).

Los textos de Nuzi son explícitos en cuanto a los derechos que las mujeres nativas tenían de ser mejor tratadas que las mujeres extranjeras, y hacían una clara distinción entre las dos clases. ¹

En esta forma nos damos cuenta que las hijas de Labán tenían una causa legítima de queja, y estaban dentro de sus derechos legales cuando dejaron a su padre por no haberlas tratado correctamente.
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¹ C. H. Gordon, "Biblical Customs and the Nuzi Tablets", The Biblical Archaeologist, vol. 3 (1940), p. 7.

14.08. Heredando los dioses domésticos

Si un hombre tenía únicamente una hija, pero no hijo varón, en este caso podía adoptar a su yerno y redactar un documento en el cual indicaba que, después de su muerte, su hijo adoptado, que también era su yerno, se constituiría en su único heredero.

Si después de su adopción, su suegro engendraba hijo o hijos, el hijo adoptado tenía que compartir en partes iguales la herencia con sus "hermanos".

Sin embargo, los dioses domésticos llegaban a pertenecer a su hijo adoptivo únicamente si no existían hijos legítimos cuando moría su suegro; de lo contrario, eran adquiridos por su hijo o sus hijos verdaderos.¹

En textos de esta clase vemos estrechos paralelismos con la situación en que se encontró Jacob en la casa de Labán, su suegro.

Aunque fue recibido gozosamente al príncipio (Génesis 29: 13_15), más tarde fue considerado un intruso, y su presencia fue indeseable (Génesis 31: 1). Por lo tanto, Jacob abandonó a su suegro para regresar a Palestina. En esa ocasión Raquel hurtó los dioses de su padre a los cuales no tenía derecho, pues Labán tenía hijos (que eran los únicos herederos de sus dioses, como lo indican claramente los textos procedentes de Nuzi).

Por lo tanto, ella cometió un crimen grave de acuerdo al Código de Hammurabi, que prescribía la pena de muerte para tales faltas.²

Ahora podemos entender por qué Jacob se mostró dispuesto a hacer morir a cualquier persona en quien fueran encontrados los dioses de su suegro (Génesis 31: 19, 30-32). Él no sabía que una de sus esposas los había hurtado, y ciertamente no esperaba que Raquel hubiera cometido semejante falta.

Jacob reconoció completamente los derechos de Labán sobres sus dioses, y también parece haber estado de acuerdo con la costumbre judicial de su tiempo, costumbre que administraba la pena capital para el ladrón de objetos de culto, tales como ídolos.
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¹ T. J. Meek, Ancient Near Eastern Texts Relating to the Old Testament, p. 219-220.
² Id., p. 166, Law Nº 6.

14.07. Pagando una dote a los padres de la novia

Debía pagarse una dote a los padres por su hija, futura novia.

Esta costumbre está atestiguada en las primeras narraciones bíblicas (Génesis 24), así como en los registros contemporáneos no bíblicos.

Si un hombre era demasiado pobre para pagar una dote, tenía que trabajar para su futuro suegro.¹ Esta fue la experiencia de Jacob, quien tuvo que trabajar para Labán a fin de obtener sus esposas (Génesis 29).
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¹ C. H. Gordon, "Biblical Customs and the Nuzi Tablets", The Biblical Archaeologist, vol. 3 (1940), p. 10.